La digitalización ha venido para cambiarlo todo pero, cuando decimos todo, ¿nos referimos también a la realidad que nos rodea? Pues parece ser que sí, porque basta con ponernos las gafas de los 1 y los 0 para descubrir que existen otras realidades paralelas que están mucho más cerca de lo que nos imaginamos.
Pero vayamos despacio. El mundo digital trae de la mano nuevas formas de percibir las cosas que nos rodean. A estos nuevos modos, como a todo en la vida, se les ha puesto nombre y nos referimos a ellas como Realidad Virtual (VR), Realidad Aumentada (AR) y Realidad Mixta (MR).
Para poder avanzar en este camino que nos marca la digitalización, lo primero que tenemos que hacer es comprender muy bien los conceptos para saber con exactitud a qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de ellos. Comencemos por el más sencillo, la Realidad Virtual (VR). Esta es fácil de entender porque, históricamente, la solemos asociar con los videojuegos. Son espacios que no existen en el mundo físico y que recrean situaciones que pueden tener apariencia y comportamiento real, o no.
De la VR sabemos muchas cosas, no en vano, lleva bastante tiempo entre nosotros y el ojo se ha acostumbrado a verla, incluso hay veces que consigue engañarnos por lo bien lograda que puede llegar a estar. Pensemos en los decorados virtuales de las películas o en los programas de televisión que recrean platós virtuales donde los presentadores se mueven con absoluta naturalidad.
Existen diferentes medios para disfrutar de la VR: el televisor de tu casa, una videoconsola, la pantalla del cine, tu smartphone, o poniéndonos unas gafas, con lo que se consigue una experiencia todavía más inmersiva.
A partir de este punto todo es sumar y así es como llegamos al siguiente concepto: la Realidad Aumentada (AR), que no es otra cosa que añadirle al mundo físico una capa de digitalización que complementa la información que recibimos por nuestros sentidos.
Imaginemos que estamos en un museo y somos capaces de ver, además del cuadro, datos complementarios de la obra como, por ejemplo, el autor, año el que se creó o incluso una breve explicación… Lógicamente, para esto necesitamos ponernos unas gafas o usar la cámara de nuestro smartphone, por citar algunas alternativas.
¿Y qué tal si unimos los dos conceptos? Si conjugamos la realidad virtual con la física y le añadimos capas de información que amplíe lo que percibimos disfrutaremos de una experiencia inmersiva de gran calidad. Es en este momento cuando introducimos el último concepto: la Realidad Mixta.
Todo esto está muy bien, pero ahora vienen las preguntas que cualquier empresario se hace cuando le cuentan esta historia de las gafas que, para qué engañarnos, suena un poco friki: ¿y con esto se puede hacer negocio?, ¿cómo lo puede llevar a mi empresa?, ¿es una moda pasajera o ha venido para quedarse?, ¿es ahora el momento o quizás sea mejor esperar un poco antes de gastarnos unos cuantos euros para tirarlos a la basura?
Llegados a este punto conviene poner los pies en la tierra y hacer un análisis un poco más crítico que deje a un lado el brillo de la tecnología que, en más de una ocasión, puede acabar por desconcertarnos y hacer que perdamos el norte.
Lo cierto es que todo lo que rodea a la VR, AR y MR aún está bastante verde, casi se podría decir que nos encontramos todavía en fase de desarrollo inicial. Es verdad que en los últimos años se ha avanzado a un ritmo trepidante, pero todavía no se ha conseguido llegar a un grado de estabilidad que nos permita pensar en implementar proyectos sólidos en nuestra empresa sin riesgo a que se queden obsoletos casi al mismo tiempo que ven la luz.
Pero no nos equivoquemos. Esta falta de madurez no debe hacer que nuestro escepticismo crezca en exceso hasta el punto que nos lleve a la inacción, más bien, todo lo contrario. Debemos activar la vigilancia tecnológica para empezar a identificar qué oportunidades podemos detectar en nuestro negocio de la mano de estas realidades digitales.
En el “Mobile” de Barcelona que se celebró hace apenas unos meses, las gafas han sido el producto estrella y, como decía una noticia de una de las principales cabeceras nacionales: “sin saber muy bien para qué usarlas”. Me encanta el titular porque refleja perfectamente la esencia de la innovación que siempre viene acompañada de un cierto grado de incertidumbre.
Las nuevas realidades digitales lo van a cambiar todo: nuestra forma de trabajar, de aprender, de divertirnos… En definitiva, de relacionarnos con el entorno. Todos estos cambios suponen una enorme cantidad de oportunidades para hacer crecer nuestro negocio porque, no olvidemos, que la tecnología siempre es transversal y está presente en todos los sectores de la economía.
Pensemos, por ejemplo, en el turismo y cómo podemos enriquecer nuestro destino desde que el mismo momento que una persona decide visitar Canarias a miles de kilómetros de aquí; o en la construcción y en las múltiples maneras de optimizar una obra desde que el arquitecto la concibe en su cabeza; o también en la educación y en la forma en que la realidad virtual puede ayudar a mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Cada día vemos con más frecuencia como las empresas empiezan a explorar estos nuevos mundos que nos acercan un poco más al metaverso. Estas primeras experiencias tienen un valor incalculable porque son las que nos permiten, de verdad, avanzar e ir midiendo el potencial de la tecnología.
A la vista de los resultados, la cosa promete, por eso conviene no perder el hilo porque, en nada, cogerá todavía más velocidad y será más complicado montarse en el tren de las gafas.
No nos engañemos pensando que esto solo es para las grandes empresas. Permítanme que haga referencia a la novela “La estrategia del pequinés” de Alexis Ravelo, y con ello vaya mi humilde homenaje a su persona, para hacer ver que para las pymes y micropymes las nuevas realidades digitales son toda una oportunidad si saben jugar el papel que les corresponde en esta película que no ha hecho nada más que empezar.