En estos días en los que el debate sobre el uso de la Inteligencia Artificial (IA) ocupa titulares de todos los periódicos, me ha venido a la cabeza la escena de la película Spiderman, de Marvel, en la que el Tío Ben habla con su sobrino ahora que sabe que tiene unos extraños «superpoderes».
El diálogo es muy corto, tan sólo un par de frases, pero encaja a la perfección con todo lo que estamos viviendo alrededor de este fenómeno que nos tiene revueltos. Esta es la transcripción:
– Tío Ben: Recuerda que un gran PODER conlleva una gran RESPONSABILIDAD.
– Peter Parker (Spiderman): ¿Tienes MIEDO de que me convierta en una especie de DELINCUENTE? Deja de preocuparte por mi. ¿Vale? Algo ha CAMBIADO. Ya lo SOLUCIONARÉ, pero no me sueltes el rollo.
– Tío Ben: No quiero soltarte el rollo ni sermonearte. Ya sé que no soy tu padre.
– Peter Parker (Spiderman): Pues no te comportes como tal.
– Tío Ben: De acuerdo.
Con el uso de ChatGPT, desarrollado por la de la compañía sin ánimo de lucro OpenAI, de repente, parece como si todos hubiéramos adquirido un «superpoder» que nos tiene deslumbrados y que nos otorga unas capacidades que han venido como un regalo de cumpleaños no esperado.
Es muy sano que sigamos debatiendo y hablando sobre el tema porque nuestro futuro, indiscutiblemente, va a estar muy vinculado al uso de la Inteligencia Artificial. Pero realmente las dudas no van dirigidas a la tecnología; ya se sabe que en esto es difícil ponerle puertas al campo. Lo cierto es que todas las dudas e incertidumbres se centran en la capacidad de las personas para hacer un uso RESPONSABLE de este nuevo PODER que viene de la mano de la IA.
La verdad es que, en este sentido, los antecedentes no hablan muy bien del comportamiento del ser humano. Pensemos, por ejemplo, en la barbarie que fue el lanzamiento de la bomba de Hiroshima y Nagasaki en 1945 cuyas consecuencias aún seguimos padeciendo, o en el enorme destrozo que estamos haciendo al planeta en este último siglo al amparo del supuesto progreso. ¿Por qué ahora tendría que ser diferente?
Desde luego, la Inteligencia Artificial posee un enorme potencial que, bien usado, puede mejorar nuestras vidas. ¿Qué pasaría si fuéramos capaces de anticipar con tiempo una enfermedad analizando tan solo unos pocos datos? ¿Quién no lo firmaría ya? ¿Y si pudiéramos predecir un desastre natural con la suficiente certeza y antelación para poder minimizar los daños y evitar la pérdida de vidas humanas?
No parece que el camino pase por demonizar la IA solo porque no la entendamos o no podamos controlar su uso; pero tampoco se trata de quedarnos obnubilados delante de la pantalla viendo como nuestro nuevo superpoder tiene respuestas para todo.
Una cosa tan “tonta” como ChatGPT – que no nos olvidemos es un prototipo de chatbot de inteligencia artificial especializado en el diálogo – nos está sirviendo para darnos cuenta de que aún no estamos preparados para dar el salto.
El uso de esta herramienta se ha extendido como la pólvora en entornos educativos, e incluso muchos artículos y post de redes sociales se están escribiendo con ChatGPT, y lo cierto es que quienes lo hacen presumen de ello y se jactan de su «pillería». Supongo que esto va muy acorde con la picaresca española y ese gen que habita en el ser humano que invita a bordear la fina línea que marca la ética.
El debate está abierto y aunque nos parezca que es algo nuevo, la verdad es que cada cierto tiempo se vuelven a repetir las mismas cuestiones aunque con diferentes actores. ¿Recuerdan el impacto que supuso la llegada de las calculadoras a las aulas? A principios de los años ochenta aparecieron estos dispositivos “diabólicos” en las clases de matemáticas que traían al profesorado de cabeza. Incorporar el uso de la calculadora a los entornos académicos supuso todo un reto para la comunidad educativa que, por cierto, resolvió con éxito.
Pero ahora la pregunta que se escucha en las clases se ha actualizado y suena más o menos así: ¿Profe, se puede usar ChatGPT para hacer el trabajo de historia?
Quizás la cuestión habría que formularla en otros términos y en lugar de decir “se puede” quedaría mejor decir “se debe”.
Hay momentos en los que sentimos que todo lo que envuelve a la tecnología nos está superando y notamos el miedo que siempre acompaña al desconocimiento y a la incertidumbre. Percibimos que detrás de la IA se esconde una cierta pérdida del control que amenaza con la llegada de la dictadura de los robots que nos recuerda a los escenarios distópicos que tantas veces hemos visto en las películas futuristas.
Pero quizás este miedo tenga cierta justificación, y es que aunque esto no ha hecho nada más que empezar, a ChatGPT ya le ha salido un competidor que se alinea con el “lado oscuro” de la IA. Se trata de ChaosGPT, una inteligencia artificial malvada que pretende destruir a la humanidad. Solo pensarlo nos da pánico.
Parafraseando al Tío Ben: «No quiero soltarte el rollo ni sermonearte», pero si este artículo sirve para que sigamos avanzando en el camino de la digitalización, bienvenido sea.
Por cierto, antes de acabar me surge una duda: ¿cómo sabe el lector que este artículo lo he escrito yo y no lo he creado con ChatGPT? ¿Cómo vamos a ser capaces de identificar la autoría humana frente a la de la máquina? No sé, pero algo se nos tiene que ocurrir porque muchos travajos están en juego. Por aquí dejo una idea. :-).